Tome el autobús sin saber qué me esperaba. Mi acompañante mucho menos. Con su rostro marcado por las más de cinco décadas de historias, siempre solía decir: "Uno nunca sabe lo que le puede esperar a la vuelta de la esquina". Frase para advertirme de los peligros que podría encontrar, siempre apaciguada con una tierna sonrisa y la experiencia saludándome desde su mirada. Una vez llegado al destino deseado, no quería impacientar al regordete chofer así que con brevedad me despedí de mi madre, no sin antes esta invocar alguna alma divina que conmigo se bajara. Me lancé al ruedo de cemento para comenzar mi faena diaria. Cruce con prontitud la esquina, un tanto distraída y desprevenida del regalo que más adelante me esperaba. Acurrucada al piso, temerosa de todo, temblaba por las horrendas lecciones que la soledad y el abandono ya le habían impartido. Su presencia en este mundo no había sido solicitada, por lo que tras su llegada, fue recibida por una fría calle.
Indiferencia. Me preocupa tanto lo repetido de este vocablo que a partir de ahora procurare no desgastar más su significado. Tranquilo, que no cunda el pánico, no fue que un tornillo se terminó de perder bajo ese mueble inerte cuyo fondo solo lo conocen el par de gatos que tengo en casa, pues a partir del siguiente párrafo le encontrará codificada bajo unos cuantos guiones bajos y solo podrá observarla como: i_d___re_cia. Mi consternación etimológica nace desde que se iniciaron las protestas estudiantiles, tiempo a partir del cual esta celebra palabra la he escuchado, leído e incluso dicho en más de las creo yo ocasiones permitidas. Sería interesante revisar en qué momento este vocablo empezó a perder peso luego que su significado cambiase en un mismo momento según quién lo emite o según a quién se le es atribuido. Según unos, la i_d___re_cia corresponde a una verbalización del famoso jalón de orejas para aquellos que no demuestran el necesario interés sobre el decl